miércoles, 28 de noviembre de 2012

¿Permaneció fiel la iglesia primitiva?


¿Las primeras generaciones de cristianos después de los apóstoles preservaron fielmente “la fe que una vez había sido dada a los santos”? ¿O colapsó el cristianismo inmediatamente después de la muerte de los apóstoles, como afirma la secta de los Testigos de Jehová? Examinemos toda la evidencia.64

Si las creencias y prácticas de los cristianos cambiaron entre el primer y segundo siglos, entonces el cambio tuvo que haber venido de una o de dos maneras. Primero, el cambio pudo haber sucedido intencionalmente. La segunda y tercera generaciones de cristianos pudieron haber cambiado a propósito lo que les había sido entregado a ellos. Sin embargo, ellos enfatizaron una y otra vez en sus escritos que lo que ellos estaban defendiendo era lo que enseñaron los mismos apóstoles.65

“Claro, pero ellos aún podrían estar mintiendo,” podrías decir. En otras palabras, estos escritores pudieron ser mentirosos y apóstatas, que tergiversaron intencionalmente a Cristo y a los apóstoles. Sin embargo, cuando leemos acerca de sus vidas piadosas y su disposición para renunciar todo por Cristo, no nos atreveríamos a afirmarlo. Y aún más, miles de ellos, incluyendo a algunos escritores, sufrieron encarcelamientos en mazmorras pestilentes, soportaron torturas inimaginables y muertes horribles antes que negar a Cristo. ¿Es todo esto algo que los mentirosos harían intencionalmente? ¿Cuántas personas sufrirían torturas y muertes por algo que ellas mismas saben que es mentira? Por consiguiente, el primer modo de cambio: la apostasía intencional, es altamente improbable.

Sin embargo, el cambio pudo haber sucedido de una segunda manera: accidentalmente. En otras palabras, los cristianos del segundo siglo pudieron haber estado enseñando y practicando cuidadosamente lo que les había sido entregado, pero de alguna forma malentendieron lo que los apóstoles les enseñaron.

Pero, ¿cómo pudo suceder eso? Algunos de ellos, como Policarpo y Clemente de Roma, recibieron el evangelio directamente de los apóstoles. ¿Cómo pudieron haberlos malentendido? Si ellos lo hicieron, ¿qué esperanza hay para nosotros? Otros, como Ireneo, recibieron el evangelio de aquellos que lo habían obtenido directamente de los apóstoles.

“Bueno, entonces el cambio vino lenta y casi imperceptiblemente,” podrías decir. “Pero después de un periodo, debido a la acumulación de estos pequeños cambios, la iglesia se habría desviado de la iglesia original.” Es una buena hipótesis. En realidad, creo que eso es lo que ocurrió. Siglo tras siglo la iglesia se había desviado ligeramente de donde había estado un siglo antes. Pero ésta no es una buena razón para desacreditar a los cristianos del segundo siglo. Más bien, es una buena razón para desacreditar a los cristianos del siglo veintiuno. Los cristianos del segundo siglo tenían menos de un siglo de desvío; nosotros tenemos un poco más de diecinueve siglos.

Por qué creo que el evangelio permaneció intacto

¿Cuántas denominaciones y religiones conoces que perdieron todas sus doctrinas y ordenanzas principales en sólo un siglo después de la muerte de sus fundadores? Yo no conozca ninguna. Las iglesias conservadoras de la Reforma aún enseñan hoy casi todas las doctrinas halladas en las Instituciones de Calvino. Los luteranos conservadores aún sostienen prácticamente todas las mismas doctrinas halladas en la confesión de Ausburgo. Los anabaptistas conservadores de la actualidad aún sostienen las mismas doctrinas y prácticas principales de sus antepasados del siglo dieciséis. Y lo mismo es cierto para los bautistas conservadores y otros grupos.

Sin embargo, han transcurrido casi quinientos años de los principios de aquellos movimientos. Con seguridad, han sucedido algunos cambios en todos estos grupos denominacionales. Pero los cambios no han sucedido en los puntos doctrinales principales o en las ordenanzas cristianas principales como el bautismo o la comunión. Puntos de vista sobre temas de menor importancia como los dones del Espíritu, han cambiado en algunos de estos grupos. Pero no sus creencias básicas sobre la salvación, la trinidad, la encarnación o la condición caída del hombre. Ellos aún bautizan y participan de la comunión del mismo modo. Normalmente, después de una generación, espiritualmente menguan; pero no sus doctrinas y ordenanzas principales.

Con la excepción de los teólogos liberales, los bautistas de hoy sostienen las mismas creencias y ordenanzas principales que los bautistas del siglo pasado. Y es así con los luteranos, metodistas, menonitas, hermanos, amish, nazarenos, el Ejército de salvación, la iglesia de Cristo y muchas otras denominaciones.

Y aquí estamos hablando de las denominaciones instituidas por los hombres. ¿Es nuestra destreza mejor que la de Cristo y sus apóstoles? (1 Corintios 3:11-15). Nuestra destreza ha resistido la prueba del tiempo. ¿Creemos que la de ellos no resistió? ¿Edificaron ellos sobre madera heno y hojarasca que ni siquiera duró un siglo? ¡Incluso religiones instituidas por los hombres como el Islam y el budismo han funcionado mejor que la de los apóstoles!

Además, a través de la historia de la iglesia, todo cambio mayor en doctrinas, ordenanzas y enseñanzas morales principales siempre ha sido acompañado con algún tipo de controversia. Invariablemente, alguien en el grupo no está de acuerdo con el grupo. Contamos con un registro de controversia. La obra de cada uno de los reformadores del siglo dieciséis estaba rodeada por conflictos con la iglesia existente y con los otros reformadores. ¿Deberíamos creer que las enseñanzas y ordenanzas principales del cristianismo cambiaron en unas pocas décadas después del fin del primer siglo, todas sin conflictos, ni debates, ni disensiones?

Sería equivalente a que la Iglesia Católica Romana cambiara de sus creencias tradicionales a las de los anabaptistas en pocas décadas, todas sin controversia, ni desacuerdos, ni discusiones. Y sin siquiera un registro histórico que señalara quién introdujo tales cambios.

Hoy vivimos en una sociedad que cambia rápidamente, una sociedad donde se espera el cambio. El cambio es bienvenido en estos días. Pero dicha tendencia es un nuevo fenómeno en la historia humana. En realidad, nuestra sociedad ha cambiado más en los últimos 250 años que en los cuatro mil años anteriores. Antes de la Revolución industrial y las revoluciones políticas de los años 1700s, la gente tenía la convicción de hacer las cosas de la manera como las hicieron sus antepasados. Fue así en la esfera secular y religiosa.

Hoy estamos tan acostumbrados al cambio que nos parece difícil creer que una sociedad o iglesia podría existir por un siglo sin atravesar por un cambio. No obstante, ¡las creencias y prácticas de las iglesias tradicionales ortodoxas del Oriente prácticamente no han cambiado desde el siglo ocho! En verdad, ellas han atravesado pocos cambios teológicos desde el fin del siglo cuarto.

Incluso hoy, la mayor parte de los cambios en las doctrinas principales que surgen en una iglesia o denominación, es generalmente un resultado de los movimientos liberales o modernistas de los últimos siglos. Por “liberales” o “modernistas” me estoy refiriendo a los movimientos que cuestionaron la inspiración y la infalibilidad doctrinal de la Biblia. Sin embargo, aquellos fenómenos son bastante nuevos; pues no hubo tales movimientos en tiempos antiguos. Y con mayor seguridad, no los hubo en la iglesia del segundo siglo.

Además, en cualquier periodo, las iglesias que sufrieron persecución no eran innovadoras de nuevas doctrinas. ¿Cuánta nueva teología ha surgido en Europa oriental y en otros lugares en el siglo pasado donde la iglesia ha sido oprimida? A través de todos los tiempos, prácticamente todos los cambios doctrinales y controversias teológicas han tenido lugar en los territorios donde la iglesia era libre de persecución. En efecto, cuando Constantino y Licinio reconocieron el cristianismo legalmente en el año 313 d.C, se desencadenaron batallas teológicas que duraron siglos.

No estoy diciendo que no hubo cambios entre el primer y segundo siglos. Estoy diciendo que los cambios fueron pequeños y no tuvieron lugar en las áreas doctrinales, ordenanzas o enseñanzas morales principales. Esto se prueba comparando a la iglesia del segundo siglo con la del tercer siglo. Hubo una pequeña medida de desvío entre aquellos siglos; pero no en las doctrinas, ordenanzas y enseñanzas morales principales. Hubo cambios teológicos secundarios o, al menos, cambios en el énfasis. Hubo algunos cambios en la terminología teológica y en la estructura eclesiástica. Y parece haber más relajamiento espiritual en el tercer siglo. Pero mayormente hay poca diferencia entre los dos siglos.

¿Pero no predijeron los apóstoles una gran apostasía?

“Sí, pero los apóstoles predijeron que la apostasía tendría lugar después de su muerte,” numerosas personas me señalaron. Es cierto que los apóstoles dijeron que falsos maestros surgirían en su ausencia; pero miremos más de cerca lo que dijeron ellos.

Pablo dijo a los ancianos de Efesios: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida, entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad” (Hechos 20:28-31).

Y todas estas cosas sucedieron tal como Pablo las predijo. Los maestros surgieron hacia el fin de la era apostólica, hablando cosas perversas y arrastrando a los discípulos tras ellos. Pero no tenemos que adivinar quienes fueron aquellos maestros. Nosotros conocemos sus nombres: Cerinto, Basílides, Valentino y Marción.

Y nosotros sabemos exactamente lo que ellos enseñaron, porque una porción considerable de las obras de los primeros cristianos fueron dirigidas contra aquellos falsos maestros. La mayoría de ellos a los cuales se refería Pablo, enseñaba una forma de herejía conocida como gnosticismo. Los gnósticos afirmaban tener un conocimiento (gnosis en griego) sobrenatural especial que el resto de la iglesia no tenía. Las enseñanzas gnósticas encuadran exactamente a la predicción de los apóstoles.

Por ejemplo, Pablo escribió a Timoteo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;… prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad” (1 Ti. 4:1,3). Eso es exactamente lo que los grupos gnósticos enseñaron. Ellos tenían ayunos obligatorios y leyes sobre las comidas. Algunos de ellos prohibían completamente el matrimonio. Al final de la carta de Timoteo, Pablo aparentemente se estaba refiriendo a los66 gnósticos: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobres cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia (gnosis)” (1 Ti. 6:20).

El apóstol Juan también dio una descripción de los engañadores que surgieron al final del primer siglo: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Jn. 7). Los gnósticos eran precisamente los que “no confesaban que Jesucristo había venido en carne.” La mayoría de ellos enseñó que Jesús no poseía un cuerpo real de carne y sangre. Pues, de acuerdo a su enseñanza, un dios inferior había creado nuestros cuerpos humanos.

En conclusión, los engañadores y falsos maestros acerca de los cuales escribieron los apóstoles, fueron los numerosos maestros gnósticos que surgieron al final del primer siglo, los cuales desviaron a algunos de la verdadera fe. Pero los apóstoles nunca dijeron que toda la iglesia había de apostatar. Jesús dijo lo opuesto: “Y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). La obra de los apóstoles fue edificada con oro, plata y piedras preciosas: resistió la prueba de la fiera persecución y la de los falsos maestros. Los apóstoles habían advertido lo suficiente a la iglesia de lo que sucedería, y la iglesia estaba preparada para enfrentar aquello.

Notas:
64. Yo traté este tema en los capítulos 11 y 12 de mi libro, “Que hablen los primeros cristianos.” En lugar de repetir toda la información de estos capítulos, te recomiendo leer el libro, si aún no lo has leído. No obstante, resumiré los argumentos principales presentados allí.
65. Ireneo, Contra los herejes 3:1-4; Clemente Misceláneas 7.16; Tertuliano Contra los herejes 6, 21, 22.
66. El gnosticismo no desarrolló sus sistemas de pensamiento completamente hasta el final del primer siglo. Sin embargo, los principios del pensamiento gnóstico estaban presentes en los días de Pablo. Muchos cristianos primitivos señalaron a Simón el mago (Hechos 8:9-24) como uno de los fundadores del gnosticismo.
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